martes, 14 de noviembre de 2017

Una breve descripción de los aparejos constructivos romanos. PARTE 2.

Continuemos con la descripción de los diversos aparejos constructivos romanos iniciada en la anterior publicación de este blog...

Oppus Testaceum. Este aparejo, inventado por los romanos, no es ni más ni menos que el efectuado con ladrillo cocido: mucho más duro, resistente y duradero que el ladrillo de adobe tradicional –sin cocer-, cuya fábrica era por cierto denominada Oppus Latericium, de donde proviene nuestra palabra ladrillo (later, -eris). El tamaño de los ladrillos cocidos romanos seguía generalmente un módulo normalizado en 3 medidas distintas –foto 1-- cada una de ellas con su propio nombre: bipedal –con dos pies de lado mayor, 59,2 cms--, bessal –los más pequeños, 2/3 de pie de lado mayor: 19,7 cms y sesquipedal –1,5 pies--, estos últimos susceptibles de ser partidos en triángulos. En el caso de los de adobe, existían también tres clases de ladrillo a saber: ladrillo lidio  --con unas dimensiones de 1 pie por medio pie (29,6 x 18,8 cm)--, ladrillo tetradorum –de cuatro palmos, 1 pie por 1 pie (29,6 x 29,6 cm) y el ladrillo pentadron – de cinco palmos o lo que es igual 37 x 37 cm--. Aunque normalmente eran de geometría rectangular no faltan ejemplos de ladrillos tubulares –sección circular y cuadrada— y  circulares (semicilíndricos, cilíndricos y de cuarto de cilindro) empleados respectivamente en tejados y columnas –foto 2--. También se dan casos de ladrillos cortados en caprichosas formas destinadas a la realización de dibujos con los que adornar las fachadas de los monumentos. Este aparejo en concreto se denomina Oppus Figlinum.

Foto 1 (arriba).- Conjunto de ladrillos romanos con diferente módulo. Ciudad romana de Regina. Casas de Reina Badajoz. Siglo II d.C.

Dispuesto en hiladas longitudinales unidas con argamasa de cal –foto 3--, el ladrillo cocido, en adelante nombrado simplemente ladrillo, demostró desde un principio –allá por el siglo I a.C.— ser un material óptimo para la construcción dada su baratura y buenas características técnicas, hasta el punto de generalizarse rápidamente su uso por todo el Imperio. De hecho, buena parte de las principales construcciones de época alto imperial conservadas se encuentran ejecutadas en este material y no en piedra, decantándose por completo la arquitectura romana hacia el ladrillo en los dos últimos siglos del Imperio, cuando los caudales disponibles para la erección de nuevos edificios se iban reduciendo año tras año junto al esplendor y el poderío de Roma.

Foto 2 (abajo).-  Carteia. San Roque, Cádiz. Ladrillos de geometría cuarto-cilíndrica empleados en la construcción de columnas.

En cuanto a los modos de empleo, eran principalmente dos: como elemento estructural principal, soporte del peso y las tensiones de la estructura en cuestión y como encofrado perdido a rellenar posteriormente con el habitual Emplecton de Oppus Caementicum más o menos tosco –puro cascajo aglomerado con mortero de cal en no pocos casos--. En el primer caso, habitual en estructuras no críticas tales como pequeñas bóvedas, muros divisores, vanos de acceso y demás, la bondad del ladrillo radicaba principalmente en su gran baratura y facilidad de manejo, a la postre combinada con su adecuidad para confeccionar formas geométricas exigentes como, por ejemplo, los típicos arcos de medio punto romanos. Cuando, por el contrario, las cargas a soportar por la futura estructura eran lo suficientemente elevadas como para desaconsejar el uso exclusivo del Oppus Testaceum, se procedía a levantar los paramentos en el robustísimo Oppus Caementicum, algo más caro de ejecutar pero todavía económico. Dicho esto es fácil comprender lo expuesto anteriormente acerca del segundo modo de empleo del ladrillo: sin duda alguna el revestimiento más empleado a lo largo de toda la época imperial, muy por delante de los Oppus Spicatum y Reticulatum a los que de hecho prácticamente relegó a la categoría de acabado de pavimentos.

Foto 3.- Villa romana de Carranque, Toledo. Ejemplo de paramento de Oppus Testaceum típico. Siglo IV d.C.

Habitualmente resulta bastante sencillo fechar los edificios romanos erigidos en ladrillo gracias a la costumbre de estamparlos con el sello del fabricante y, a partir del  164 d.C., con el del cónsul de turno ya que es en esa fecha cuando todas las factorías de producción de ladrillos pasaron a depender directamente del emperador, suspendiéndose en consecuencia la costumbre de estamparlos con el nombre del productor. Habría que esperar hasta el reinado de Diocleciano, allá por los años finales del siglo III, para ver reaparecer de nuevo esta práctica, una vez se descentralizara otra vez la producción por decisión del citado emperador.

Foto 4.- Muralla romana de Nicea (Iznik, Turquía). Aparejo mixto de Oppus Incertum y Oppus Testaceum típico de la época bajoimperial.

El proceso de cocción del ladrillo se llevaba a cabo en hornos sencillos, confeccionados con materiales baratos. El combustible empleado como fuente de calor era la madera, a veces también el carbón, alcanzándose unas temperaturas en la cámara de combustión –praefornium—de 450 a 500 ºC. Este praefornium se ubicaba siempre debajo de la cámara de cocción propiamente dicha –laboratorium--: lugar donde se colocaban los ladrillos a cocer –en unas estanterías ubicadas al efecto-- y cuyo suelo –la solea—presentaba una serie de orificios a fin de comunicar una cámara con la otra y permitir así el paso del calor de abajo a arriba. Finalmente el horno contaba con una apertura en la parte superior del laboratorium, por donde se evacuaban los humos, así como una pequeña rejilla en su parte frontal a través de la cual podía comprobarse lo avanzado o no del proceso de cocción. La duración de este proceso dependía de varios factores como las condiciones atmosféricas, las dimensiones del horno o las propiedades del combustible empleado como fuente de calor. No obstante puede referirse la cifra de tres días como término medio.

Oppus Mixtum. También llamado Oppus Listatum, así se designa al aparejo constituido por la combinación de dos ó más aparejos distintos. Se trata, pues, de una denominación un tanto ambigua al dar cabida a un número muy elevado de fábricas diferentes, si bien en la práctica no se emplearon más que unas pocas variantes de entre todas las posibles. De hecho lo normal es denominar Oppus Mixtum a los paramentos formados por bandas alternantes de Oppus Reticulatum/Oppus Incertum por un lado y bandas de Oppus Testaceum o Oppus Vittatum por otro.

Foto 5.- Teatro romano de Mérida. Oppus Mixtum realizado con hiladas alternantes de ladrillo con distinto módulo.

Se trata de una técnica relativamente tardía, pues no empezó a utilizarse hasta el reinado de Tiberio (14 – 37 d.C.). Parece ser que la razón de su empleo es la disminución de los efectos perniciosos causados por los movimientos de tierra en los aparejos de Oppus Reticulatum/Oppus Incertum: demasiado proclives a rajarse diagonalmente y por entero (de arriba abajo). De esta manera los daños quedaban acotados entre banda y banda de Testaceum (foto 4) o Vittatum, con lo que el deterioro era mucho menor. 

Foto 6.- Ruinas de las Termas de la antigua ciudad romana de Cemenelum (Niza, Francia). Ejemplo de aparejo mixto de Oppus Vittatum y Oppus Testaceum en la mejor tradición arquitectónica galorromana. 

Otra variante, igualmente bastante empleada, era la alternancia de hiladas –o de grupos de éstas—de ladrillos de distinto módulo –foto 5--, con lo que el resultado era un aparejo irregular de Oppus Testaceum. Considerada también como una forma de Oppus Mixtum, su propósito era nuevamente el de reducir los daños en caso de terremoto. Por último cabe citar una tercera combinación, esta más de carácter decorativo, en la que los aparejos participantes son por un lado el sillarejo --Oppus Vittatum— y por otro el ladrillo cocido, Oppus Testaceum –foto 6--.

Oppus Craticium. Por este nombre se conoce al aparejo cuya estructura portante se realiza con vigas y postes de madera, rellenándose el resto del espacio –las paredes en sí mismas—con armagasa de cal y canto o de simple adobe –tapial y ladrillo-. Según las fuentes escritas fue un sistema constructivo muy empleado en época romana, sobre todo en la ejecución de edificaciones de carácter doméstico, no habiendo perdurado ningún ejemplo hasta nuestros días debido a la escasa durabilidad de la madera . Sea como sea, no hace falta más que darse una vuelta por los pueblos de España para darse cuenta de que esta técnica, posiblemente empleada ya en la península antes de la conquista romana, sobreviviría con mucho a la Edad Antigua.

Oppus Scutulatum, Oppus Alexandrinum, Oppus Sectile. Con estos nombres los romanos designaron una serie de aparejos de revestimiento caracterizados por el uso del mármol como material constructivo. Lamentablemente no son abundantes los hallazgos de mármoles romanos en España –tampoco en el resto de Europa—  debido a que durante toda la Edad Media se emplearon como materia prima para la obtención de cal. Y es que no en vano se trataba de mármoles de muy buena calidad, con pocas impurezas, cuya calcinación no podía dar más que una cal de las mejores, de ahí que fueran destruidos sistemáticamente.


Foto 7 (arriba).- Detalle de Oppus Alexandrinum en la orquesta del teatro de Metrópolis (Turquía). Foto 8 (arriba).- Oppus Alexandrinum en el pavimento de una de las calles principales de la antigua ciudad de Tripolis ad Maeandrum (Turquía).

Las diferencias entre estos tres paramentos no son demasiado grandes, consistiendo principalmente en el tamaño, forma y color de las piezas de mármol. Por lo demás el sistema constructivo es idéntico en los tres casos, similar al de los Oppus Spicatum y Reticulatum; esto es revistiendo un núcleo central de Oppus Caementicum. 

Foto 9.- Oppus Sectile de alta calidad en la iglesia bizantina de Hagia Sofia en Nicea (Turquía). 

Concretando un poco más se puede decir que el Oppus Scutulatum empleaba piezas de mármol romboidales –con lo que el acabado era de alguna manera semejante al del Oppus Reticulatum—mientras que el Oppus Alexandrinum hacía uso de diseños circulares y cuadrangulares (fotos 7 y 8). Por su parte el más complejo de los tres aparejos era el Oppus Sectile, caracterizado por una mezcolanza de piezas de mármol de distinto color, tamaño y forma en orden de realizar elaboradas composiciones geométricas (foto 9).
         
Oppus Signinum. Ésta es la denominación que dieron los romanos al más avanzado de sus revestimientos, a la postre también uno de los más livianos aunque no por ello menos eficiente. Compuesto básicamente de cal, arena –en diferentes grados de finura—y teja o ladrillo machacado, el producto resultante era un mortero de color rojizo dotado de una elevada capacidad impermeabilizadora, lo que lo hacía especialmente útil para el revestimiento de aljibes, depósitos y demás estructuras destinadas al almacenaje de líquidos –foto 10--. Así mismo, el frecuente empleo de finos procedentes de arcillas puzolánicas confería al mortero final una virtud adicional tan valiosa como la de la hidraulicidad, esto es la capacidad para proseguir con su fraguado aún en condiciones de presencia continua de agua. Por otra parte, independientemente de sus ventajas frente al agua, esta clase de revestimiento era también muy útil para el revoco en general de paredes, pesebreras –foto 11-- y pavimentos –foto 12-- dada su gran dureza y resistencia: bastante superior a la del mortero de cal convencional o mortero blanco. Resulta sencillo comprender, en vista de todas estas bondades, porque el historiador y naturalista romano Plinio el Viejo calificara al Oppus Signinum como “uno de los más espectaculares inventos de la Humanidad”.



Foto 10 (arriba).- Ciudad romana de Lacimurga. Navalvillar de Pela, Badajoz. Piscina impermeabilizada con Oppus Signinum. Siglo I a.C. Foto 11 (centro).- Lacimurga. Pavimento de Oppus Signinum. Siglo I a.C.  Foto 12 (abajo).- Regina. Arqueta revestida al interior con Oppus Signinum.

Aparejo de origen romano en lo que a su empleo en el Mediterráneo occidental se refiere (en oriente era conocido desde época helenística por lo menos), pueden encontrarse ejemplos de su uso en gran parte de los yacimientos de la península Ibérica dado lo extendido de su empleo. De hecho, su grado de utilización nunca decayó en la antigüedad, pasando la técnica del mundo clásico al musulmán a través del Imperio Bizantino u Oriental: sin duda el principal depositario del saber de Roma de tras la desaparición del Imperio de Occidente en el año 476 d.C. Probablemente ausente de tierras hispanas durante el periodo visigodo, habría de retornar finalmente a la península, con algunas mejoras, de la mano de los conquistadores musulmanes.

Oppus Tessellatum, Oppus Vermiculatum. Conocidos por el nombre genérico de Oppus Musivum, se trata del célebre aparejo de mosaico, tan asociado en el imaginario colectivo a la cultura y al modo de vivir romanos. 

Para realizar un mosaico lo primero que había que hacer era preparar un soporte apropiado para aquél. Este soporte consistía en tres capas bien diferenciadas a saber: un primer lecho de cantos rodados llamado rudus, una segunda capa de cantos finos mezclados con arcilla—el nucleus—y una tercera nombrada lectus, a la sazón el soporte del mosaico propiamente dicho, constituida por un mortero de cal donde se procedía a incrustar las llamadas teselas –foto 13--. Estas teselas eran unas pequeñas piezas de diferentes colores que, a modo de pincel arquitectónico, permitían el trazado de toda clase de figuras geométricas y dibujos en orden de conformar una escena escogida de antemano. Manufacturadas en largas tiras que luego se cortaban, se tallaban tanto en piedra como en terracota y, a partir del siglo III d.C., también en pasta de vidrio laminada –por su cara vista— con oro o plata. Casi siempre eran de geometría cúbica, pulimentándose con cuidado todas las caras de la tesela a excepción de la que había de entrar en contacto con el lectus, que se dejaba en tosco a fin de incrementar su adherencia a éste.

Foto 13.- Vista de las tres capas que constituyen el soporte de un mosaico. De izquierda a derecha (inmediatamente debajo de las teselas): Rudus, Nucleus y Lectus. Villa hispanorromana de Carranque (Toledo).

Existían varias técnicas para la colocación de las teselas, combinando elementos de distintos materiales al objeto de aprovechar no sólo sus diferentes tonalidades cromáticas sino también los distintos modos de reflejar la luz. De esta manera era posible generar brillos y resplandores muy hermosos, hoy no muy apreciables dada la gran antigüedad de los mosaicos pero que indudablemente debieron conferir su mayor atractivo a esta clase de aparejo. Los colores más utilizados fueron el verde, el azul y el amarillo; los tres en todas sus gamas, aunque incidiendo especialmente en las más brillantes y profundas. También se empleo mucho el negro, el blanco y las distintas variedades del ocre. Por su parte, destacando en belleza sobre el resto de los aparejos musivarios, podemos citar los llamados mosaicos parietales, en los cuales se procuraba que las teselas no destacaran en altura todas por igual (quedaban unas más altas que otras). De este modo se conseguían unos efectos de luz aún más bellos de lo habitual si bien a costa de hacer mucho más intransitable el pavimento en cuestión, lo que sin duda explica el empleo casi exclusivo de esta variante en los mosaicos de bóveda. 

Foto 14.- Hermoso mosaico de Oppus Vermiculatum. Villa hispanorromana de Carranque (Toledo).

Procedente la técnica de tierras mesopotámicas  y de Asia Menor, de donde pasaría al mundo griego, los romanos, preocupados como estaban siempre por el embellecimiento de sus templos, palacios y mansiones, llevarían su desarrollo al cenit en época temprana , extendiéndola a continuación por todos los rincones del Imperio. Es por ello que son numerosísimos los ejemplos de este aparejo localizados en España, algunos de gran extensión y belleza, a la sazón directamente relacionados con las clases dirigentes de la población al tratarse de un aparejo caro y complejo, realizado exclusivamente por especialistas . Y es que no en vano cualquier hacendado que se preciara de serlo debía escoger siempre el mosaico como decoración de los suelos de su residencia, llegando en algunos casos de manifiesta riqueza a extenderse también a las paredes del edificio en cuestión.


Foto 15 (arriba).- Teatro romano de Mérida (antigua Emérita Augusta). Detalle de Oppus Vermiculatum. Foto 16 (abajo).- Teatro romano de Mérida. Detalle de Oppus Tessellatum.

La datación de los mosaicos no suele representar demasiados problemas ya que es habitual que, cuanto más antiguos, menor sea el tamaño de sus teselas. Así, las obras musivarias más antiguas suelen emplear piezas de menos de un centímetro de lado: es el llamado Oppus Vermiculatum –fotos 14 y 15--, mientras que en la época dorada del Imperio –siglos I y II d.C.—se toma el centímetro como medida más o menos homogénea para todas las teselas. Posteriormente, iniciada ya la decadencia de la civilización clásica, se tiende a aumentar el tamaño de las estelas –a partir de 1 cm hablamos de Oppus Tessellatum, foto 16—hasta alcanzar en ocasiones dimensiones bastante mayores. La razón de esta evolución descansa obviamente en un intento de abaratar el costo de la obra terminada al necesitarse menor número de estelas, si éstas son más grandes, para cubrir la misma superficie de pavimento, bóveda o pared.

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