sábado, 29 de octubre de 2016

Descubriendo Asia Menor. Día 10, 1ª Parte. Laodicea ad Lycum.

Un nuevo día de sol nos recibe al amanecer del décimo día de viaje por Asia Menor. Estamos teniendo mucha suerte en lo que al tiempo climatológico se refiere, la verdad. Pamukkale se está empezando a desperezar cuando nosotros lo abandonamos por la carretera que conduce hacia el sur, en dirección a Denizli la capital provincial. No llevamos ni un cuarto de hora de travesía cuando un pequeño cartel marrón nos indica cómo llegar a las ruinas de la antigua Laodicea ad Lycum: la primera parada de un día que promete ser largo y muy cargado de historia.

Torre de flanqueo de la Puerta Oriental
Foto 1.- Torre de flanqueo de la Puerta Oriental de la muralla tardorromana de Laodicea.

El yacimiento de Laodicea, aunque conocido desde hace muchas décadas, lleva en excavación solamente unos cuantos años: tiempo que ha sido suficiente para exhumar un conjunto urbanístico de considerable monumentalidad, elocuente testigo de la gran riqueza e importancia que poseyera la ciudad en sus buenos tiempos. Nosotros nos disponemos a visitarlo previo abono de la tarifa correspondiente en la taquilla del yacimiento. Eso sí, antes vamos a conocer un poco su historia a fin de poder interpretar mejor lo que veamos cuando estemos dentro.

Sillar labrado con inscripción griega
Foto 2.- Sillar labrado con inscripción griega localizado en el paramento externo de la torre de la foto 1.

Laodicea (Laodikeia es su nombre original en griego) fue fundada por el monarca seleúcida Antioco II Theos (261-246 a.C.) en la cumbre de una colina amesetada erguida sobre el valle del río Lycus, afluente del gran río Meandro, cuyas tierras eran célebres por su fertilidad. Laodicea viene de Laodice, la esposa de Antioco II, quien fuera honrada por su marido dando su nombre a cinco de las nuevas ciudades creadas durante su reinado. Parece ser que la fundación no fue completamente ex-novo sino que había una ciudad previa en este emplazamiento (se supone que de escasa entidad) llamada Rhoas, cuyo primer nombre fuera Diospolis: la ciudad de Zeus, consagrada a la  suprema divinidad del panteón griego.

a su paso por la Puerta Este
Foto 3.- Calzada de acceso a la ciudad a su paso por la Puerta Este con sus torres de flanqueo.

Laodicea se encontraba en Frigia desde el punto de vista geográfico si bien muy cerca de la frontera entre esta región y las de Caria y Lidia, regiones ambas donde fuera incluida por distintos autores a lo largo de los tiempos (Estéfano de Bizancio en Lidia, Ptolomeo y Filóstrato en Caria por poner sólo tres ejemplos). Esta disparidad no tiene porque deberse a errores cometidos por los estudiosos clásicos sino, más probablemente, a la continua fluctuación en las fronteras regionales ocasionada por las luchas entre los diadocos.

Torre de la muralla de flanqueo
Foto 4.- Torre de la muralla de flanqueo de la Puerta Este con el arranque de la muralla adosado a su trasdós.

La nueva ciudad disponía para su desarrollo de dos ventajas capitales: la bondad de su territorio (la lana negra de Laodicea rápidamente alcanzó una gran fama) y su emplazamiento en plena ruta entre la costa del Égeo, con cabecera en Éfeso, y el interior de Anatolia, camino de Siria, hasta Antioquía y más allá, pasando también muy cerca de Laodicea la ruta que, procedente de Sardis, conducía hacia el sur en demanda de la costa meridional de Anatolia. La primera de estas rutas constituía, de lejos, el principal foco de riqueza de todo el oriente mediterráneo, transportándose las más valiosas mercancías a lo largo de sus cientos de kilómetros de camino. No resulta, pues, de extrañar que la prosperidad y por tanto la importancia política de Laodicea se incrementaran rápidamente, rivalizando con su vecina Hierápolis y de hecho superándola en desarrollo económico y urbanístico. La población de la ciudad en sus primeras décadas de existencia estaba compuesta por griegos helénicos, nativos de la zona, veteranos del ejército seleúcida y una importante comunidad judía que había sido asentada allí por orden de Antioco II en 252 a.C. 

Tramo de calzada

Calle de Siria en laodicea ad lycum

Laodicea ad Lycum
Fotos 5 y 6 (arriba).- Tramo de calzada de la Calle de Siria en buen estado de conservación. Foto 7 (abajo).- Sillar con cruz latina localizada en la stoa porticada de la calle de Siria.

En el año 188 a.C., con ocasión de la firma de la Paz de Magnesia, la cual rubricaba la pérdida para el imperio seleúcida de la parte de Asia Menor situada al oeste del Tauro, Laodicea y las demás ciudades vecinas se integran en el triunfante reino de Pérgamo. Su prosperidad continuó bajo la bien llevada égida atálida, incorporándose sin mayores contratiempos en la república romana en cumplimiento del testamento de Átalo III, el último monarca pergameno (133 a.C.). Aunque Laodicea sufrió bastante durante el conflicto entre Roma y el rey Mitrídates del Ponto ya que fue sitiada por las tropas de este último, no tardó en recuperarse y siguió siendo una ciudad rica bajo dominio romano. De hecho, la producción laodicena de tetradracmas cistofóricos –también conocidos como cistóforos—que había comenzado en época atálida continuó hasta el advenimiento del régimen imperial a finales del siglo I a.C. Se trataba de monedas con idéntico diseño al de los cistóforos de Pérgamo, variando en la marca de ceca LAO (LAO, diminutivo de Laodikeia) en el campo izquierdo del reverso y en la inclusión del nombre del magistrado monetal de la ciudad. En la siguiente figura (fig.-1) podemos contemplar dos ejemplares de tetradracmas cistofóricos acuñados en Laodicea ad Lycum. El primero (izquierda) data del bienio 167-166 a.C. (época pergamena) y lleva el nombre del magistrado Olimpiodoros, hijo de Hermógenes; el segundo (derecha) fue acuñado en algún momento posterior al año 133 a.C., esto es ya en época romana temprana, siendo Diodoro el magistrado citado en el reverso de la moneda.

Monedas de Laodicea

Figura 1.- Tetradracmas Cistofóricos acuñados en Laodicea ad Lycum en el siglo II a.C. 

El continuo trasiego de comerciantes, mercancías y dinero por la ciudad impulsó el desarrollo de una avanzada estructura de tipo bancario, hasta el punto de que Laodicea se alzó como el principal centro financiero de todo el Asia Menor romana. En esta ciudad era posible convertir en dinero efectivo las letras de cambio emitidas por los comerciantes del mundo romano. Esto lo sabemos de primera mano gracias al testimonio del célebre hombre de estado romano Cicerón, quien estuvo en la ciudad en el año 50 b.C. en calidad de juez encargado de rectificar los múltiples errores cometidos, al parecer, por su antecesor en el cargo. Así mismo, en Laodicea se concentraba la recaudación de las distintas tasas impuestas al comercio por las autoridades imperiales, extendiéndose su jurisdicción a las lejanas provincias de Siria y Palestina. La suma total recaudada era enviada a Roma. 

Restos de la Stoa meridional del témenos
Foto 8.- Restos de la Stoa meridional del témenos del templo de la calle de Siria. El templo en sí puede verse al fondo de la foto.

Laodicea participaría activamente en la guerra civil entre Julio César y Pompeyo dado el gran interés de ambos bandos en apoderarse de tan importante núcleo financiero-comercial. Su filiación por Julio César, el vencedor del conflicto, le valió el reconocimiento de Ciudad Libre por parte de la república romana así como la elección como capital del convento jurídico de Cibyra, el cual incluía 24 ciudades importantes bajo su jurisdicción. Esta capitalidad le supuso el dudoso honor de ser sitiada en 40 a.C. por las tropas partas del príncipe Pacoro I, hijo de Orodes II, y su lugarteniente, el renegado romano Quinto Labieno. Por fortuna la plaza resistió con éxito la acometida enemiga.

El Ninfeo de Septimio Severo

pileta del ninfeo anterior de Laodicea
 Foto 9 (arriba).- El Ninfeo de Septimio Severo. Foto 10 (abajo).- Losa grabada con una cruz griega en el piso de la que fuera pileta del ninfeo anterior.

En el año 60 d.C., reinando Nerón en Roma, la ciudad es gravemente dañada por un violento terremoto. Aunque Roma ofreció su ayuda para la reconstrucción tal y como hiciera en la vecina ciudad de Hierápolis, ésta fue rechazada por los laodiquenos, cuya riqueza bastaba para restaurar la ciudad por sus propios medios. En efecto así lo hicieron, erigiendo una serie de edificios monumentales de exquisito gusto grecorromano cuyas ruinas constituyen el principal atractivo del yacimiento actual. Cuando en el año 130 d.C. Adriano pasó por la ciudad en su camino hacia Siria, ésta pudo exhibirse ante el emperador en la cumbre de su riqueza, su prosperidad y su esplendor. En aquel tiempo era la segunda ciudad más grande de Asia Menor, sólo superada por la magnífica Éfeso.

Domus con peristilo
Foto 11.- Domus con peristilo que sirviera como lugar de reunión de la facción de los Verdes.

La gran prosperidad de Laodicea ad Lycum también se manifestó en el cultivo de las letras y la filosofía. Destacan en este aspecto los escépticos laodiquenos Antíoco y Teoidas y el sofista Polemón, que con el correr del tiempo fuera proclamado rey del Ponto Armenio: “Polemonio” a partir de entonces. También fue cultivada la ciencia de la medicina, siendo la escuela de Laodicea una de las más importantes del oriente romano. Especialmente famoso por su eficacia en el tratamiento de los trastornos oculares era cierto colirio en forma de polvo (polvo frigio se le llamaba) inventado y producido en Laodicea desde donde era exportado a todo el Imperio. 

localizada en Laodicea

localizado en lLaodicea on the Lycus
Foto 12 (arriba).- Stoa porticada monumental localizada en las cercanías de la calle de Siria. Foto 13 (abajo).- Capitel corintio de la anterior stoa.

Cómodo concedería el preciado Neocorato a la ciudad de Laodicea mas por poco tiempo ya que su muerte fue seguida de una damnatio memoriae que afectaba no sólo a su persona sino también a sus decretos, de manera que Laodicea vio revocado el nombramiento. La ciudad habría de esperar al año 215 en que con ocasión de la visita del emperador Caracalla a la ciudad, encuadrada en su campaña contra los partos, le fue concedido de nuevo el Neocorato, esta vez definitivamente.

delante de la stoa laodicea ad lycum
Foto 14.- Muros de sillería basta situados delante de la stoa monumental de la foto 12.

Como no podía ser de otra manera en una ciudad tan boyante, Laodicea acuñó su propia moneda durante los tres primeros siglos de dominio romano. Las primeras emisiones de tipo imperial, cuando ya no se acuñaban los cistóforos, datan de comienzos del siglo I d.C. y poseen un marcado carácter local, algo tosco, predominando la temática religiosa en su iconografía: Zeus, Apolo, Isis, Men, etc. La figura imperial es representada desde un buen principio en la figura de Octavio Augusto, continuando hasta el reinado de Filipo el Árabe (o poco más) a mediados del siglo III en que cesan las acuñaciones. Las emisiones laodiquenas van mejorando su estilo con el paso de los años, alcanzando su cénit en época de Caracalla cuando fueron acuñados algunos medallones bastante espectaculares. Más abajo podemos ver cuatro bronces acuñados en Laodicea seleccionados por su especial interés (fig.2). Arriba a la izquierda vemos un AE15 a nombre de Augusto en cuyo reverso aparece el bastón de Hermes, símbolo de la salud, y los nombres de los dos médicos más prestigiosos de la ciudad: Zeuxis y Alejandro Filaletes. La vinculación de Laodicea con su escuela de medicina se muestra muy clara en esta acuñación como también lo hace en el magnífico medallón (AE37) de su derecha (arriba-derecha) a nombre de Caracalla, con Asclepio e Higía en el reverso, divinidades de la medicina y la curación. Abajo a la izquierda vemos un AE30 a nombre de Crispina en cuyo reverso se conmemora el hermanamiento (Homonia) de las ciudades de Laodicea y Pérgamo por medio de las alegorías de dichas ciudades dándose la mano. Este tipo de reverso puede encontrarse también en las acuñaciones laodiquenas referido a Éfeso, Hierápolis y Esmirna. Por último el AE30 de la cuarta foto (abajo-derecha) celebra la concesión definitiva del neocorato por parte de Caracalla, efeméride ésta de capital importancia para la ciudad.

acuñadas en Laodicea ad Lycum
 Figura 2.- Monedas de bronce acuñadas en Laodicea ad Lycum durante los siglos I, II y III d.C. La descripción de éstos figura en el párrafo anterior.

El cristianismo arraigó muy pronto en Laodicea, un hecho nada sorprendente habida cuenta el gran número de judíos que la habitaban: alrededor de 7500 familias a mediados del siglo I d.C. San Pablo no pasó por aquí pero sí su fiel compañero Epafras, quien se encargara de la evangelización de esta parte de Frigia. De hecho se cree que San Pablo dirigió una epístola a los laodiquenos, perdida hoy en día (existe una cierta polémica entre los estudiosos en relación a este asunto), en la que se interesaba especialmente por los habitantes de la ciudad. San Juan, por su parte, citará a la comunidad cristiana de Laodicea como una de las siete iglesias de la Revelación, acusándola de “tibia”, esto es poco comprometida con su religión, prefiriendo antes bien dedicarse a gozar de la buena vida que sus abundantes riquezas le proporcionaban. En otras palabras: era una comunidad rica materialmente pero espiritualmente pobre que constituía por tanto un mal ejemplo para el resto de la Iglesia.

de laodicea ad lycum
Foto 15.- El Teatro Septentrional.

El siglo III transcurrió con cierta calma en Laodicea, por fortuna para ella apartada de las rutas seguidas por los invasores bárbaros que tanto hicieron sufrir a las costas del Egeo durante las décadas centrales de la centuria.

Restos de la escena del teatro septentrional.

Laodicea on the Lycus
Foto 16 (arriba).- Vista de una parte de la cávea superior del teatro septentrional. Foto 17 (abajo).- Restos de la escena del teatro septentrional. Delante la orquesta  del mismo totalmente soterrada por los derrumbes.

Durante el reinado de Diocleciano (284-305 d.C.) Laodicea es nombrada capital de la nueva provincia de Frigia II o Frigia Pacatiana. En su condición de tal alberga hacia el 363 d.C. una reunión de todos los obispos de la diócesis de Asia –es el llamado Sínodo de Laodicea—en la cual se fijaron una serie de reglas y principios de buen comportamiento para los miembros de la iglesia. Cabe destacar la prohibición de la práctica de la astrología como una de las más llamativas consecuencias de este sínodo.

entre los teatros de laodicea ad lycum

de laodicea ad lycus
Foto 18 (arriba).- Cimientos del templo altoimperial localizado entre los dos teatros de la ciudad. Foto 19 (abajo).- Arranque de los muros de la basílica erigida en el siglo VI d.C. sobre los cimientos anteriores.

Al igual que sucediera en la vecina Hierápolis, Laodicea obedece al edicto de Teodosio I (378-395 d.C.) por el que se ordenaba el amurallamiento de todas las ciudades sin fortificar. Se construye así una muralla de nueva planta, con cuatro grandes puertas, englobando en su interior la práctica totalidad del área urbana preexistente. He aquí una buena prueba de que la ciudad no había empezado todavía a decaer en las postrimerías del siglo IV. Sin embargo, si el final de este siglo había sido esperanzador, el del siglo V no lo iba a ser en absoluto. La naturaleza se iba a encargar de evitarlo en la forma de un potente terremoto que en el año 494 dejara la ciudad devastada. Y esta vez ni se ofreció ayuda imperial para la reconstrucción ni la ciudad poseía los recursos que tuviera cuando el terremoto del año 60 que le permitieron afrontar la reconstrucción con eficacia y rapidez.

Foto 20.- Teatro Occidental de Laodicea.

Laodicea languideció durante los cien años siguientes, incapaz de recuperar su pasada gloria. Fiel testimonio de ello es que la capitalidad de la provincia de Frigia II fue trasladada a Hierápolis en el año 535. A principios del siglo VII un nuevo terremoto de gran virulencia se abate sobre la castigada ciudad. Destruido completamente el sistema de aprovisionamiento de agua de la ciudad, vital para el abastecimiento de un asentamiento con pobres recursos hídricos naturales (a diferencia, por ejemplo, de la cercana Hierápolis), así como inservibles y sin posibilidad de restauración la gran mayoría de los edificios públicos, los laodiquenos abandonan la ciudad, dispersándose por la comarca circundante. Algún tiempo después parte de ellos se concentrarán en un asentamiento fortificado de nuevo cuño, construido ex profeso para ellos, que heredará el nombre de la antigua ciudad, degenerado en la voz Ladiq con el correr del tiempo. Se ignora con seguridad el emplazamiento de la nueva Laodicea, habiéndose propuesto un par de lugares: la zona vieja de Denizli, otrora fortificada, y la colina de Hisarköy, donde perviven los restos de un gran recinto amurallado de época bizantina temprana. Sea como sea, ésta ya es una historia que no habremos de contar aquí. Y es que nuestra Laodicea ad Lycum, la antigua ciudad fundada por Antioco III en plena frontera entre Frigia, Caria y Lidia, nunca más volvería a ser habitada, desapareciendo para siempre. Es por ello que aquí finalizamos nuestro relato de la historia laodiquena y comenzamos la labor de internarnos entre sus ruinas, dispuestos a empaparnos de los ecos de la que fuera una de las metrópolis más importantes del Imperio romano.

asientos de la cávea superior del teatro occidental,
Foto 21.- Vista de las últimas diez filas de asientos de la cávea superior del teatro occidental, casi perfectamente conservadas.

Antes de entrar vamos a echar mano del mapa de la figura 3, el cual nos servirá para orientarnos en el interior del yacimiento. 

Figura 3.- Plano del yacimiento de Laodicea ad Lycum.

Nuestros expectantes pasos nos conducen hasta el punto señalado con el número 30 en el mapa: el lugar donde se alza una de las cuatro puertas de la muralla tardorromana de la ciudad, concretamente la denominada Puerta Este. Posee una puerta principal de vano simple adintelado (hoy derruido), flanqueada por dos torres cuadradas y huecas, proyectadas hacia el exterior (foto 1). Un modelo castellológico típicamente protobizantino, con múltiples paralelismos en todo el oriente tardorromano. También poseyó una puerta de pequeño tamaño para el paso de viadantes aneja a la anterior, la cual fue prontamente tapiada. La Puerta Este fue construida en sillería de tamaño medio con abundancia de bloques reaprovechados de edificios romanos anteriores, de entre los cuales podemos destacar una pieza con la inscripción griega SA RR SEBASTW GERMANI (SA PP –iniciales latinas de Pater Patriae—Augustus Germani) lo que indica que se trata de una dedicatoria de tipo imperial (foto 2). La calzada enlosada que pasaba por ella está bastante bien conservada, luciendo un vistoso color blanco caliza (foto 3). También podemos ver el arranque de la muralla partiendo del intradós de las torres de flanqueo (foto 4). Sigue el sistema clásico del emplecton de triple hoja con paramentos de sillería y relleno de mampostería basta aglomerada con mortero de cal. No es especialmente gruesa ni por tanto imponente: alrededor de 1,5 metros de espesor. Junto a este arranque de muralla se observa un puñado de sillares amontonados en desorden; su estado es el mismo en que quedaron tras el terremoto de comienzos del siglo VII.

Ruinas pendientes de identificar
Foto 22.- Ruinas pendientes de identificar del edificio identificado con el punto 41 en el mapa de la figura 3.

La Puerta Este da paso a una elegante calle enlosada (punto 11 del mapa), flanqueada por las ruinas de sendas stoas porticadas que albergaban tiendas en su interior (fotos 5 y 6). Se trata de la “Calle de Siria”, cuyo nombre alude a que la calzada procedente de Siria penetraba en Laodicea por este lugar. Las losas centrales de esta calzada son móviles, ocultando en su interior un tramo de alcantarilla. También resulta interesante un gran sillar tallado con una cruz latina, procedente de algún edificio eclesiástico erigido durante los siglos V-VI en las inmediaciones (foto 7).

Vista de los últimos metros de la calle de Siria.
Foto 23.- Vista de los últimos metros de la calle de Siria.

Unas decenas de metros calzada adelante llegamos a los restos de un templo con su temenos o espacio sacro delante (punto 12), flanqueado por stoas, de las cuales se han recolocado algunas de sus bases, columnas y frisos (foto 8). Se ignora la divinidad a que fuera dedicado este templo, datado en el siglo II, habiéndose propuesto Zeus Laodiqueno y Atena, las divinidades tutelares de la ciudad desde los tiempos en que fuera denominada Dióspolis, como las más probables.

de laodicea ad lycum
Foto 24.- Ruinas, no muy bien conservadas, del Ninfeo de Caracalla.

Al lado de este templo, anejo a su esquina sureste, se alzan los restos de un ninfeo o fuente monumental (punto 32 – foto 9). Una inscripción hallada durante las excavaciones nos informa que fue construido en honor del emperador Septimio Severo, a comienzos del siglo III. Fue construido en una preciosa sillería de mármol blanco, con dos pisos adornados con columnas, frisos tallados y estatuas. El agua de las fuentes vertía en una gran pileta de planta rectangular. El terremoto del 494 dejaría fuera de uso buena parte del sistema hídrico de la ciudad, incluyendo sus ninfeos. Es por ello que la pileta central fue reutilizada como espacio cristiano, un recuerdo del cual ha llegado hasta nosotros en la forma de una tosca cruz griega tallada en la losa de la foto 10.

Calzada de la calle del Estadio cerca de su comienzo.
Foto 25.- Calzada de la calle del Estadio cerca de su comienzo.

Torcemos a la derecha en la esquina NE del ninfeo de Septimio Severo. La calzada de la Calle de Siria desaparece justo en este punto; tampoco se aprecia enlosado alguno en la calle perpendicular, esto es la que acabamos de tomar. De hecho estamos entrando en un sector del yacimiento cuya excavación lleva poco tiempo en activo, habiéndose centrado de momento en el estudio de una antigua domus con peristilo tardorromana (foto 11) a la sazón identificada como la sede local de la facción de los verdes (una de las cuatro que competía en las carreras de cuadrigas celebradas en los estadios de todo el Imperio).

laodicea ad lycum

en Laodicea on the Lycus
Foto 26 (arriba).- Restos de la estructura porticada de la calle de Éfeso. Foto 27 (abajo).- Capital de la citada estructura porticada labrada con una inscripción griega.

Siguiendo por esta calle perpendicular pasamos bajo las altivas columnas recientemente restauradas de una antigua stoa porticada. Sus dimensiones son verdaderamente monumentales (foto 12). Sin duda ésta fue una de las calles principales de Laodicea, algo nada sorprendente toda vez que comunicaba la zona del complejo sacro del templo y del ágora central (contigua al ninfeo de Septimio Severo, del que éste formaba parte) con la stoa porticada que acabamos de mencionar y con los grandes teatros localizados al noreste de la ciudad. Las columnas de las que hablamos están razonablemente bien conservadas. Son de orden corintio simple tal y como informa el capitel de la foto 13. En la otra “acera” de la calle observamos varios tramos de muros de sillería basta, correspondientes con toda probabilidad a estructuras de tipo domus (vivienda de clase de alta) o comercial. Están todavía a medio excavar, siendo su estado de conservación bastante bueno (foto 14).


Calle de Éfeso
Fotos 28 y 29.- Vistas de la calle de Éfeso en su tramo más oriental.

La gran calle porticada concluye en las proximidades de uno de los vestigios del pasado más atractivos de Laodicea ad Lycum: el Teatro Septentrional (punto 8 – foto 15). Construido en el siglo I, tenía capacidad para 12000 espectadores y se piensa que fue utilizado, entre otros cometidos más “prosaicos”, para la realización de espectáculos acuáticos. El estudio de su estructura evidencia que debió ser una obra maravillosa cuyas presente ruina, aunque sin duda vistosa, no permite apreciar el grado de magnificencia que otrora poseyera. El acceso a sus asientos (foto 16) se realizaba desde arriba, al nivel de las calles de la ciudad, descendiendo las cáveas a lo largo de cuarenta y cinco filas de asientos con diazoma central hasta llegar a la base de la colina donde se asienta Laodicea. El gran semicírculo que conforman las cáveas, todo él ejecutado en mármol, se encontraba cerrado por una espectacular escena labrada en el mismo material. En sus buenos tiempos era tan alta como las propias cáveas (al estilo del célebre teatro de Aspendos), articulándose en tres pisos exquisitamente ornamentados con columnas, frisos, toda clase de relieves tallados y más de treinta esculturas. En la actualidad sólo se conserva la base de esta escena sobresaliendo a duras penas entre los montones de escombros que ocultan la mayor parte de este teatro (foto 17, arriba). No obstante aparenta estar en bastante buen estado; cuando lo excaven sin duda será algo digno de verse. Este teatro septentrional sobrevivió al terremoto del 494, siendo utilizado hasta comienzos del siglo VII en que el tercer gran terremoto en la historia de la ciudad lo arruinara definitivamente.

baños Centrales de Laodicea ad Lycum.

de Laodicea ad Lycum.
Fotos 30 y 31.- Vistas de las imponentes ruinas de los Baños Centrales de Laodicea ad Lycum.

Continuamos nuestra visita caminando hacia el noroeste siguiendo un camino más o menos paralelo al perímetro del borde del cerro. Pronto nos encontramos con una potente cimentación de sillería monumental de cronología claramente altoimperial (punto 15 – foto 18). Se trata de los restos de un templo erigido en el siglo I d.C., el cual poseyera un recinto sacro o témenos en su frente meridional, una de cuyas stoas era la columnata monumental que hemos descrito unos párrafos atrás. Este templo debió ser significativamente más imponente que el que vimos en la Calle de Siria, detalle éste que invita a pensar se trate del templo empleado para el culto al emperador. Esta afirmación se basa en el hecho de que dado que la ciudad recibió el honor del Neocorato tuvo que construir o poseer con anterioridad un templo de buen empaque en el que practicar el culto al emperador tal y como prescribía la institución del Neocorato. Y como éste el templo más grande que se ha localizado hasta ahora en el yacimiento de Laodicea resulta verosímil ubicar en su recinto el culto al emperador de un modo concordante con el Neocorato tal y como lo conocemos. 

laodicea ad lycum

en Laodicea
Foto 32 (arriba).- Un precioso arco de medio punto adovelado comunicando el interior de los Baños Centrales con la calle de Éfeso. Foto 33 (abajo).- Pilar prismático de gran tamaño encargado de soportar la desaparecida bóveda de los Baños Centrales.

Abandonada la adoración a los emperadores en el Bajo Imperio, el área del témenos de este templo perdió su carácter sacro, siendo empleada en lo sucesivo como una segunda ágora (Ágora Septentrional). El terremoto del 494 derrumbó el edificio del templo: probablemente ya abandonado en aquel tiempo, deficientemente mantenido y por tanto muy vulnerable a las sacudidas sísmicas. Sobre sus ruinas fue erigida una iglesia de planta basilical (foto 19), con tres naves (central y laterales) absidiadas, labrada en sillería de piedra travertina con menor módulo y peor tallaje que la marmórea del templo altoimperial.

Muro de sillería travertina de los Baños Centrales
Foto 34.- Muro de sillería travertina de los Baños Centrales donde se aprecian claramente lo agujeros dejados por los elementos de anclaje de los paneles de mármol ornamentales.

El camino prosigue en dirección noroeste. Extensos prados herbáceos se extienden a nuestra izquierda motejados aquí y allá por aglomeraciones de sillares, mampuestos y ladrillos producto de las excavaciones. Doscientos metros más de paseo nos conducen hasta el segundo de los teatros con que contara Laodicea: el denominado Teatro Occidental (punto 9 – foto 20). Es algo más pequeño que el teatro septentrional, habiéndosele estimado una capacidad de 8000 espectadores. También es más antiguo, datando del periodo helenístico de la ciudad. Se trata, por tanto, de un teatro puramente griego, con una escena mucho menos monumental, carente de galerías abovedadas (los accesos fueron solucionados mediante escaleras exclusivamente) así como levantado en piedra travertina en lugar de mármol. Está algo mejor conservado que el septentrional, probablemente por no resultar tan atractivo como cantera de ocasión (el mármol resulta mucho más goloso que el travertino). Concretamente las últimas diez filas de asientos de la cávea superior se encuentran en un excelente estado (foto 21); incluso podrían ser funcionales.

Panorámica del Ágora Meridional de Laodicea
Foto 35.- Panorámica del Ágora Meridional de Laodicea (todavía sin excavar).

Nos alejamos ahora del borde de la cumbre caminando en dirección suroeste hacia el centro del yacimiento. Dejamos a un lado los restos de un edificio a medio excavar, pendiente de identificación (punto 41 – foto 22). Lo más probable es que se trate de una domus. Finalmente llegamos a la altura del punto 10, allá donde los últimos metros de la calzada enlosada de la Calle de Siria han sido exhumados (foto 23) y pueden ser contemplados por los visitantes. También se encuentran por aquí las ruinas de un segundo ninfeo erigido en tiempos de Caracalla (foto 24). Su estado de conservación es bastante pobre, habiendo sido masivamente expoliado del recubrimiento marmóreo finamente esculpido que un día poseyera.

Ruinas del Bouleterion de Laodicea.
Foto 36.- Ruinas del Bouleterion de Laodicea.

La calle de Siria finaliza y da paso, tras girar en ángulo recto, a la llamada Calle del Estadio. Su calzada también están en buen estado tal y como se puede apreciar en la foto 25. Unas decenas de metros más y llegamos al cruce de la calle de Estadio con la calle de Éfeso, la cual recorre la mitad occidental de la ciudad en dirección Noroeste-Sureste. Dicho cruce se produce en un ángulo recto exacto tal y como era de esperar en una ciudad trazada hipodámicamente según el patrón helenístico fundacional habitual.

Vista general de los soberbios Baños Meridionales
Foto 37.- Vista general de los otrora soberbios Baños Meridionales de Laodicea.

Hacia la derecha la calle de Efeso avanza flanqueada por los restos de lo que fuera una estructura porticada de muy buena factura, soportada por pilares prismáticos en lugar de columnas (punto 46 – foto 26). Destaca la gran anchura de este calle y también el lujo con que estaban adornados sus pórticos: estatuas, relieves, inscripciones (foto 27), etc, lo cual permite concluir que se trataba de la calle más importante de la ciudad, donde se celebraban sus principales procesiones, festivales, etc.

Arcos de medio punto adovelado de los baños meridionales.

Arcos de medio punto adovelado: baños meridionales.
Fotos 38 y 39.- Vistas de los magníficos arcos de medio punto adovelado que soportaron la estructuras de los baños meridionales.

De vuelta en el cruce, seguimos la calle de Éfeso en sentido contrario, esto es hacia el sureste, caminando por una calzada bien conservada (fotos 28 y 29). Nuestros pasos no tardan en conducirnos hasta unos imponentes paredones de sillería travertina, de evidente factura imperial romana (fotos 30 y 31). Se trata de los Baños Centrales de Laodicea, correspondientes con el punto 5 del mapa. Construidos en el siglo II d.C., ofrecen la disposición consecutiva de habitaciones propia de los recintos termales. Los accesos entre dependencias y con el exterior se resuelven vía arcos de medio punto adovelado de poderoso aspecto y, en general, bastante bien conservados (foto 32). El edificio sin duda estuvo cubierto con una bóveda muy pesada, la cual se apoyaba tanto en los macizos muros como en robustos pilares de sillería tales como el de la foto 33. Aunque hoy en día los muros ofrecen un aspecto ciertamente desangelado, en sus buenos tiempos la cosa debió ser muy diferente. No en vano todo el interior del complejo termal debió estar recubierto con paneles de mármol, anclados a los muros de travertino vía piezas metálicas. Largo tiempo ha expoliados, han dejado como testimonio de su existencia pasada una gran multitud de agujeros en los sillares de los muros, uno por cada punto de anclaje (foto 34).

en Laodicea on the Lycus

Arcos de medio punto con las dovelas
Fotos 40 y 41.- Arcos de medio punto con las dovelas desplazadas por efecto de los terremotos.

Avanzamos ahora campo a través en dirección sur hasta llegar a una gran explanada de planta cuadrada y evidente aire antiguo (punto 34 - foto 35). Todavía sin excavar, oculta en su interior los restos del Agora Meridional de Laodicea. Lo único digno de ver que hay en este punto son las pobres ruinas, prácticamente desmanteladas, del Bouleterion (sala del consejo) de la ciudad (punto 1 – foto 36). Obra del reinado de Adriano erigida con ocasión de la visita de éste a Laodicea, su capacidad se estima entre 500 y 600 personas.

Muro de sillería de gran tamaño
Foto 42.- Muro de sillería de gran tamaño perteneciente a los baños meridionales con las marcas, cuidadosamente realizadas, de los elementos de anclaje del mármol ornamental.

Un poco más hacia el sur penetramos en un nuevo recinto termal, los Baños Meridionales (punto 2 – foto 37), levantados en sillería de travertino de espléndida factura y gran módulo, propia de los edificios monumentales romanos. Data del reinado de Adriano y se piensa que obedece al mismo plan constructivo que el bouleterion y el ágora meridional anejos. Destacan los poderosos arcos de medio punto (foto 38 y 39), donde no faltan dovelas desplazadas por efecto de las sacudidas de los terremotos (foto 40 y 41) aunque sin llegar a venirse abajo la extremadamente resistente estructura. El complejo termal debió ser ciertamente lujoso, cubierto como estaba de paneles de mármol sujetos con piezas metálicas al muro de sillería, dejando agujeros en éste similares a los que vimos en los Baños Centrales (foto 42).

El enorme Estadio de Laodicea ad Lycum.

El enorme Estadio de Laodicea ad Lycum.
Fotos 43 y 44.- El enorme Estadio de Laodicea ad Lycum. Arriba vemos su mitad oriental, abajo la occidental.

Inmediatamente al sur de estos baños meridionales, aprovechando la falda de la colina que por aquí concluye, se alzan los graderíos del gigantesco Estadio de Laodicea ad Lycum (punto 4 – fotos 43 y 44). Con capacidad para más de 20000 espectadores, es la obra de su tipo más grande de Asia Menor y una de las mayores del Imperio romano. Fue construido en época de Tito (79-81 d.C.) a expensas de Nicóstrato: un laodiqueno tan rico como implicado en la práctica del evergetismo municipal: característico del periodo alto imperial y que tanto bien hizo a las ciudades de aquel tiempo. Esto lo sabemos gracias a cierta inscripción localizada en el siglo XVII en la entrada occidental del estadio cuyo texto dice lo siguiente: “Nicóstrato, el más joven hijo de Licias Nicóstratos, ha construido por sus propios medios este estadio para el emperador Tito César Augusto Vespasiano, hijo del divino Vespasiano y cónsul por séptima vez. Su heredero Nicóstrato lo ha completado y el procónsul Marco Ulpio Trajano fue bienaventurado por el Pueblo (de Laodicea)”. 

Vistas de los graderíos

graderíos del estadio de Laodicea

Detalle de los graderíos del estadio
Fotos 45, 46 y 47.- Vistas de los graderíos del estadio de Laodicea. En la foto 45 (arriba) podemos ver buena parte de las cáveas septentrionales con los baños meridionales en la cumbre de la colina, inmediatamente sobre aquéllas.

El estadio de Laodicea se muestra imponente al visitante a pesar de estar sin excavar. Los graderíos, construidos íntegramente en mármol, han resistido valerosamente el expolio al que fueron sometidos durante siglos, conservando ciertos vestigios de su pasada grandeza (fotos 45, 46 y 47). Aquí y allá se han practicado pequeñas catas arqueológicas (foto 48) que indican que la obra está bien preservada debajo de la capa de tierra y escombro que la cubre. Hará famoso al yacimiento cuando se excave.

Detalle de un sector de los graderíos
Foto 48.- Detalle de un sector de los graderíos, donde se aprecian bien los asientos de mármol así como un tramo de escaleras verticales.

De camino al punto de entrada al yacimiento pasamos junto a los restos a un castellum acquae o depósito acuario (punto 26 - foto 49) encargado de la distribución del agua en el sector de la ciudad circundante. Comentábamos anteriormente que Laodicea carecía de recursos hídricos propios suficientes para mantener su gran población: el río Licos –Lycus—queda algo retirado y los dos afluentes de éste que pasan al pie de la colina de la ciudad –el Kapros y el Asopos de los textos clásicos-- son simples corrientes estacionarias que se secan en verano. Es por ello que los ingenieros romanos destinados en Laodicea tuvieron que diseñar y construir un acueducto que transportara el agua desde cierta fuente localizada ocho kilómetros al sur. El perfil topográfico del terreno situado entre dicha fuente y la ciudad obligó a una conducción en régimen forzado, esto es bajo presión, valiéndose de tuberías de cerámica. El depósito principal, en el que desaguaba el acueducto, se hallaba en las proximidades del estadio. Desde ahí el agua era dirigida a una serie de depósitos secundarios, uno de los cuales era el del punto 26, encargados a su vez de repartir el líquido elemento a las diferentes fuentes y casas nuevamente por medio de tuberías cerámicas. En la foto 50 podemos ver algunos fragmentos de estas conducciones todavía insertas en el muro del depósito acuario del punto 26.

Ruinas de una Torre Acuaria
Foto 49.- Ruinas de una Torre Acuaria señalizadas con el número 26 en el mapa de la figura 3.

El sol luce alto en el cielo cuando abandonamos Laodicea. Ha sido una visita larga, de cerca de tres horas: el tiempo justo para admirar mínimamente tan magno yacimiento. Los excavadores han hecho un alto en su trabajo y están tomando el almuerzo sentados en sillas de plástico. Charlan amigablemente de sus cosas sin fijarse demasiado en nosotros. Llegando a la salida comprobamos que nos hemos dejado muchas cosas en el tintero –puntos en el mapa—; tendrá que ser en otra ocasión. Ahora toca volver al coche y ponerse en marcha camino de la siguiente visita del día. Hasta entonces pues…

Fragmentos de tuberías de arcilla
Foto 50.- Fragmentos de tuberías de arcilla insertas en el muro de la torre acuaria de la foto 48.

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