martes, 15 de noviembre de 2011

ERCÁVICA.

Los restos de la que fuera una de las más importantes ciudades romanas de la meseta se encuentran en el cerro del Castro de Santaver, cinco kilómetros al oeste de la localidad conquense de Cañaveruelas, junto al embalse de Buendía que embalsa las aguas del río Guadiela, afluente del Tajo.


Dada su importancia, Ercávica aparece citada varias veces en las fuentes clásicas. La primera referencia corresponde al historiador latino Tito Livio (59 A.C. -- 17 d.C.). En efecto, Tito Livio, en su Historia de Roma, cuenta como la nobilis et potens civitas de Ercavica fue cercada por el pretor de la Citerior Tiberio Sempronio Graco en el año 179 a.C. que venía de expugnar la ciudad de Alces. Nos hallamos en plena conquista romana de la Celtiberia, en no pocas ocasiones verificada a sangre y fuego, por lo que el temor a la represalia latina es grande en toda la meseta oriental y los rebordes del sistema ibérico. Cinco días de asedio soportó la antigua ciudad celtíbera, precursora de la romana, antes de capitular en previsión de males mayores, si bien Livio precisa que tras la marcha de las tropas romanas, los ercavicenses volvieron a levantarse en armas, siendo definitivamente derrotados poco después en la gran batalla de monte Chauno (identificado con el enorme Moncayo), librada entre celtíberos y romanos.

    
El Cerro del Castro de Santaver, donde se alzaran las casas y monumentos del hermoso municipio ercavicense, visto desde el paraje conocido como Vallejo del Obispo, solar de la Arcávica visigoda y, posteriormente, de la Santaver musulmana.

Lo cierto es que esta Ercávica celtíbera no coincide con la romana más que en el topónimo ya que aún su emplazamiento, a juzgar por las últimas investigaciones, difiere, habiéndose localizado en la llamada Muela de Alcocer (luego ya en la actual provincia de Guadalajara), seis kilómetros río arriba del Castro de Santaver.

La violación de los pactos contraídos con Tiberio Sempronio Graco que relata Tito Livio debió ser un motivo más que suficiente para atraer sobre Erkauika un duro castigo, si bien parece ser que la ciudad siguió existiendo como tal, al menos durante algún tiempo. Así parece indicarlo tanto la existencia de numerario con leyenda y tipología claramente celtibéricas acuñado en Erkauika, a la sazón datado en la segunda mitad del siglo II a.C. luego posterior a la conquista romana de la zona, como la falta de niveles arqueológicos significativos en el Castro de Santaver anteriores a la primera mitad del siglo I a.C., lo que indica su no existencia en aquella época.

Ruinas de los pilares de sillería almohadillado que sostenían el área foral de Ercávica.

Siguiendo un proceso detectado en otros lugares de la meseta, la Erkauika celtibérica sería abandonada en beneficio de un nuevo asentamiento de fundación romana, enclavado en un lugar cercano y, al menos en este caso, con mejores condiciones defensivas. Se trata de la Ercávica latina (como se ve, el nombre de la plaza fue conservado), cuyas espléndidas ruinas podemos hoy contemplar en el cerro del Castro de Santaver. Este proceso, que no tuvo porqué ser fugaz ni traumático, debe datarse en los años centrales del siglo I a.C. a tenor de la información proporcionada por los hallazgos arqueológicos.

La nueva ciudad romana recibiría un gran impulso durante el reinado del primer emperador, Octavio Augusto. Las excavaciones arqueológicas indican un alto grado de monumentalización de sus edificios en época augustea, lo que ha llevado a los investigadores a datar el ascenso de la ciudad al rango municipal dentro de este reinado. Esto concuerda perfectamente con la cita que Plinio el Viejo hace de la ciudad de Ercávica (Historia Naturalis), según la cual era municipio de derecho latino ya en el año 12 a.C. (latini vetere), una fecha bastante anterior a la del Edicto de Latinidad para todas las ciudades de Hispania decretado por Vespasiano (hacia el 73 d.C.). Así mismo sabemos que los habitantes de Ercávica fueron adscritos a la tribu Galeria, a la sazón la etnia en que Augusto inscribiera la mayor parte de sus fundaciones, de ahí que contemos con un tercer argumento para sostener la hipótesis del ascenso de Ercávica al rango municipal en época augustea. Fuera como fuere, Ercávica, a pesar de su “factura” romana, siguió siendo considerada una ciudad celtíbera. Así nos lo hace saber el sabio Ptolomeo que la cita entre los celtíberos con el nombre de Ergávica en las coordenadas 12º 20´ de latitud Norte y 40º 45´ de longitud Oeste.

Restos de la basílica de la ciudad, localizados en su área foral.

Sin duda el conjunto foral de Ercávica constituye uno de los vestigios más importantes que nos han llegado de esta ciudad. Erigido en época de Augusto, consta de dos niveles aterrazados sostenidos por pilares de sillería almohadillada de espléndida factura. En el nivel superior se encuentra el foro propiamente dicho, la curia, el templo de la ciudad y una basílica más las típicas tabernae en el lado oriental; el inferior fue ocupado por un recio criptopórtico relativamente bien conservado. Hacia el norte del área foral se haya una elevación del terreno que si bien aparece hoy vacía de estructuras debió hacer las veces de acrópolis del conjunto al dominar perfectamente la  zona aledaña. Es probable que en un futuro, al excavar ahí, se localicen estructuras de fortificación. Por su parte, unos centenares de metros hacia el  sureste se localizan las ruinas excavadas de unas magníficas termas, construidas bajo el reinado de Tiberio o de Claudio. Merece también la pena citar los restos de la domus denominada “la Casa del Médico” debido a que allí fue localizado un equipo completo de cirugía de la época en excelente estado de conservación.

Vista general del criptopórtico exhumado en el área foral de Ercávica.

La Ercávica romana contaría casi desde el mismo momento de su fundación con una muralla protectora, cuyos restos, unos excavados, otros sobresaliendo a duras penas en la superficie, pueden verse en distintos lugares del yacimiento. Esta defensa sigue un trazado sinuoso en un intento de ajustarse al nada regular perímetro del cerro, si bien son habituales los tramos rectilíneos. Su cronología debe fijarse en época republicana tardía o augustea temprana.

Tanto los materiales empleados en su fábrica como la técnica utilizada denotan una construcción rápida y funcional, sin muchas concesiones a la monumentalidad. Así, la muralla está construida siguiendo una técnica de doble hoja poco depurada basada en el levantamiento previo de un paramento externo y otro interno labrados en gruesa mampostería sin desbastar aunque ligeramente careada en la parte destinada a verse. Bien cogido con barro, bien colocado directamente en seco, es habitual que los mampuestos de las hiladas inferiores sean bastante más grandes que los de las superiores. También suelen ser más grandes, de media, los bloques del paramento externo que los del interno. Como el resultado es invariablemente una serie de hiladas poco regulares, los constructores antiguos hubieran de emplear profusión de ripios (del mismo material) a fin de paliar un poco este defecto. En cuanto al núcleo de la estructura, se trata de la habitual mezcolanza de mampuesto y tierra, dispuesto sin orden, con el único objetivo de servir de macizado. Por último, comentar otro indicio de precipitación en la ejecución de la muralla: el hecho de que en varias ocasiones no se excave la fosa de cimentación lo suficiente para llegar a la roca madre.


     La muralla de Ercávica allá en su frente meridional, en las inmediaciones de la puerta principal del conjunto fortificado.

Aunque la obra final debió ser bastante aparente en el pasado, lo cierto es que se trata de una muralla con más valor simbólico que defensivo. Así lo indica no sólo su pobreza de materiales sino también la escueta panoplia de recursos poliorcéticos que se observa en su trazado, si bien es cierto que los restos disponibles para el estudio son más bien pobres. En efecto, la cerca de Ercávica sólo parece tener una torre confirmada más otra posible. Por lo demás, todos los lienzos de muralla se muestran inmaculados, con los evidentes problemas de flanqueo que esto conlleva. Incluso se recurre en alguna ocasión a la económica técnica de realizar un ángulo en la muralla en vez de construir una torre, algo especialmente sangrante en lugares como el espolón septentrional del perímetro amurallado. 


El espesor medio de la cerca de Ercávica es de 2,30 metros, variando de 2 a 2,40 metros. Bastante homogéneo, pues. La torre excavada ocupa una prominencia en el extremo noroccidental del perímetro, siendo de planta cuadrada (aproximadamente 6,5 metros de lado). Su técnica constructiva es similar a la del resto de la muralla si bien el espesor de sus muros supera con dificultad los 1,1 metros en el mejor de los casos. Esta delgadez no debe extrañar ya que se trata de una torre hueca, cubierta en origen con un tejado de tégulas e imbrices localizadas durante las excavaciones.

Detalle de tosco aparejo de la muralla ercavicense (frente meridional), compuesto de gruesos mampuestos brevemente careados, ligados con barro así como enripiados.

Aunque la muralla de la ciudad tuvo que tener tres puertas como mínimo –reconocibles en las fotografías aéreas--, lo cierto es que  ninguna de ellas ha sido excavada por lo que desconocemos sus características constructivas. La principal debió encontrarse en el flanco meridional del perímetro, las otras dos se hallan respectivamente en los sectores occidental y nororiental.

El sector más vulnerable del recinto fortificado era sin duda el meridional, al ser el más fácilmente accesible dada la escasa pendiente que por este flanco posee el cerro del Castro de Santaver. Esto llevo a la construcción de un antemural a tres metros de la obra principal, a la sazón ejecutado con la misma técnica y materiales que ésta y de forma coetánea según los datos proporcionados por las excavaciones. Su espesor aproximado es de 1,5 metros. No obstante este elemento defensivo sirvió poco tiempo como tal ya que para el cambio de Era se detecta su amortización en el interior de una abigarrada serie de construcciones domésticas. He aquí un nuevo indicio de la falta de valor militar que ya en una fecha temprana como los primeros años del siglo I d.C. se le asignaba a la cerca de Ercávica, algo por otra parte frecuente en el caso de las murallas fundacionales, construidas más con el objetivo de definir con precisión los límites de la ciudad que de servir de defensa contra un eventual peligro, por otra parte inexistente en una meseta completamente pacificada transcurridos más de un centenar de años desde el término de las guerras celtibéricas.


Torre excavada de la muralla localidad en el sector noroccidental del perímetro amurallado.

Ercávica conocería su periodo de esplendor en el último cuarto del siglo I a.C. y la totalidad del siguiente. Una buena prueba de ello son las emisiones monetales que realiza la ciudad: ases, sestercios, dupondios y semises –todo bronce—las cuales comienzan en el reinado de Augusto, extendiéndose hasta el de Calígula.  En la próxima entrada de este blog tendremos oportunidad de conocer  con mayor profundidad estas acuñaciones.

El siglo II también sería una buena centuria para la ciudad, al igual que para el Imperio, aunque la actividad constructiva, sobre todo la monumental, debió ser bastante menos acusada que en el siglo anterior. La decadencia de Ercávica comenzaría en el siglo III d.C., época de la historia de Roma en que, al menos en la parte occidental del imperio, se detecta un fuerte retroceso de la vida urbana y sus instituciones en beneficio del mundo rural. Testimonio de esta decadencia son los precarios muros de mampostería con los que por aquel entonces se compartimentan  edificios como la basílica o las termas, otrora el orgullo de la ciudad. A pesar de todo la vida urbana de Ercávica, aunque socavada, aún conservaba algo de vigor a mediados del siglo III. Así lo atestigua el hallazgo de una inscripción erigida en el foro ercavicense en honor de un hijo del emperador Galieno (254- 268).

Los síntomas de la decadencia se agudizarían dramáticamente en el siglo V d.C. hasta llevar a la despoblación total de la ciudad y la marcha de sus últimos moradores a un asentamiento cercano, probablemente de nueva fundación pues retiene el nombre de Ercávica con una ligera variación: Arcávica. Aquí se trasladaría la sede episcopal ercavicense, quizás el último vestigio del antiguo esplendor de la ciudad, la cual perduraría durante la dominación musulmana (plaza bereber de Santaver) hasta su desmantelamiento a mediados del siglo IX.

La muralla de Ercávica, limpia y brevemente excavada, allá en los confines septentrionales del recinto amurallado.


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